viernes, 23 de noviembre de 2018

ESCLARECEDORA NOTA DEL "NUEVO MUTUALISTA"

Las nuevas elecciones en la Mutualidad Centro Gallego no alientan la aparición del milagro esperado 
Se llevaron a cabo el pasado 10 de septiembre. Se eligió la totalidad de los cargos directivos y de fiscalización y se renovaron los dos tercios de la asamblea de representantes.
Sobre un padrón de 3591 electores, 1125 socios se hicieron presentes. Una sola lista se presentó para cubrir la totalidad de los cargos, mientras que las otras cinco agrupaciones hicieron una coalición de candidatos para renovar los asambleístas.
Por más del 65%, los socios de la Mutualidad Centro Gallego de Buenos Aires eligieron como Presidente a Ramón Suárez, un reconocido periodista de la colectividad. Para asumir, deberá esperarse que la asamblea de representantes lo proclame o que el juez interviniente lo ordene.
¿Y ahora?. Nada cambia para el oscuro presente de la entidad, más cercana a la quiebra que a una concesión privada. Sus deudas superan holgadamente el patrimonio, situación que aún resulta difícil de asimilar para muchos socios.
El electo Presidente sabe que sólo hay dos posibles salidas: la quiebra o la venta con gerenciamiento del hospital. “Nosotros vamos a estar abiertos a todo tipo de propuestas, pero quien se haga cargo de esto deberá hacer una inversión muy grande porque la deuda que tenemos es exorbitante”, explicó.
Pero la resistencia de muchos para asimilar la realidad que envuelve a una entidad que supo ser pionera, complica mucho las cosas. Y comienzan las acusaciones y las internas que no conducen a nada.
Las agrupaciones que formaron parte de la coalición y no presentaron candidatos a cargos directivos, sostienen que no se opondrán a la venta o gerenciamiento del hospital siempre y cuando se cumplan las siguientes condiciones: que la compradora se haga cargo de todas las deudas actuales y contingentes del Centro Gallego y del personal trabajador, y que todos los socios reciban la mejor atención sanitaria a perpetuidad y con el valor de la cuota actual (más los incrementos que disponga la Superintendencia de Servicios de Salud del gobierno argentino).
Ocurre que el Centro Gallego vale mucho menos que sus deudas presentes y a venir. Ni entregando el edificio de la avenida Belgrano se puede cubrir el pasivo. Además, mantener la superpoblación de personal, mayoritariamente no idóneo para un centro de salud, es imposible sostener al corto plazo para cualquier grupo empresario.
Lo que fue la casa grande de aquellos inmigrantes está hoy quebrada. El edificio se encuentra operando al mínimo: de sus cinco pisos, solo se puede acceder a uno, además de la planta baja, y atienden unas 40 camas de las 350 que tuvo alguna vez. Hay habitaciones y sectores clausurados con candados. Los empleados cobran 1000 pesos semanales desde que comenzó 2018.
Claro está que los asociados culpan por este endeudamiento al desmanejo realizado por los distintos interventores del Estado. Algo de razón tienen, pero también cabe recordar que la intervención del INAES fue un pedido a gritos realizado por muchos socios y trabajadores. Ya por entonces se había tenido que recurrir a la venta de propiedades para pagar salarios, con autoridades que renunciaron dejando el barco a la deriva y con los propios directivos de entonces, que no podían explicar muy bien algunas situaciones y tal vez por eso dejaron sin confeccionar el último balance de su gestión.
Cuando titulamos “las nuevas elecciones” es para recordarle al lector que ya hubo otro acto eleccionario, en el cual logró imponerse para presidir la Mutualidad el nieto de emigrantes gallegos, Alfonso Mourente, pero jamás logró asumir.
Tras ello, se llamó a asamblea de representantes con la finalidad de limpiar todo lo realizado por las intervenciones y proclamar la lista vencedora para que pudiera asumir el nuevo presidente, cosas que jamás se lograron aprobar.
Como bien lo hemos descripto a lo largo de nuestras ediciones, la Mutualidad Centro Gallego de Buenos Aires viene transitando por un extenso túnel en cuyo final la espera la muerte. Sólo un milagro puede salvarla, pero el final se acerca y el milagro no llega.
Ya atravesó por todas las etapas posibles: el desmanejo de su última conducción, la retirada de los aportes de la Fundación Galicia Saúde, el pedido desesperado para que el Estado intervenga, la llegada de la intervención del INAES, el kirchnerismo, el macrismo y la inminente concesión de todas las prestaciones de salud. Hoy, la entidad se encuentra en un estado de coma profundo que la lleva a un trágico final, salvo que aparezca un milagro, el que muchos esperan pero pocos aportan su esfuerzo para que se pueda producir.
En el medio, socios que pretenden garantizarse lo que ya perdieron. Un concesionario que se haga cargo de todas las deudas presentes y futuras y que les garantice la mejor atención sanitaria a perpetuidad…

  



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