martes, 17 de noviembre de 2020

DE COMO EL PAPA, QUE VIVE ENTRE EXCREMENTOS, ME RETROTRAJO, VÍA WASHINGTON, A ROBERTO ARLT Y LOS CHISTES (burlas) DE GALLEGOS

Si bien se trata de un editorial del mes de enero pasado, su reciente lectura -me parece fantástico-, como digo en el titular, me retrotrajo a Roberto Arlt (notable escritor argentino sin ancestros españoles) y  los festejos de  muchos de sus compatriotas a las recurrentes burlas conocidas como chistes de gallegos.      
Por referirme, en el título, al Sumo Pontífice y su residencia también pertenencia, paso a explicarme: Hace más de cinco años manifestó en una reunión con cooperativistas que "el dinero es el excremento  del diablo". Siendo yo católico apostólico romano, Francisco es mi máxima autoridad espiritual y como tal sus expresiones, para mi, son sagradas. Por ello lo que alguien podría interpretar como un agravio a la investidura, no es más que trasladar a la realidad cotidiana las palabras de su santidad: Si el dinero es excremento y el estado que dirige, y en el que vive, el Papa acopia el segundo tesoro en oro del mundo, literalmente nuestro amado Francisco vive entre excrementos, del diablo pero excrementos al fin.         
    "Según estimaciones el tesoro en oro acumulado por el Vaticano es posiblemente uno de los más grandes del mundo.                                                                                                                            No todos saben que la iglesia católica también es un gran negocio que maneja muchos miles de millones.                                                                                                                                                    El Vaticano acopia el segundo tesoro en oro más grande del mundo.                        El tesoro en oro del Vaticano, es el segundo mayor del mundo solo por detrás del de los EEUU, se estima en más de 8.000 millones de dólares, además de otras inversiones.                   ¿Cuál será el tamaño actual del tesoro del Vaticano?                                                                          El Vaticano juega con enormes reservas financieras en Wall Street y otras inversiones, a través de sus sicav.                                                                                                                                          En total el patrimonio de la Iglesia, en acciones y otras participaciones en capitales, ha crecido a lo largo de los años, actualmente no se sabe a ciencia cierta, pero probablemente esté en mucho más de 200 mil millones de Euros, sin contar terrenos, iglesias, ermitas y suelo inmobiliario que dispararían esa cantidad hasta una cifra astronómica…"                      Fuente:Noticiasdebolsa.es
Me referiré ahora al gran Roberto Arlt y la asociación que en mi mente se produjo ante la lectura del editorial del Washington Post. 
"La corriente mayoritaria que emerge desde las entrañas más profundas de la cultura nacional consiste en una resistencia impenetrable contra la riqueza, contra la idea de ser rico. El Papa Francisco es quien mejor ha expresado la esencia de esa corriente con su frase “la riqueza es el estiércol del diablo”. Quizás no haya un resumen más perfecto de la morfología social que distingue a los argentinos que esas palabras de Bergoglio. La riqueza es un pecado" .  
 Si la riqueza es pecado y los gallegos, mayoritariamente, por aquellos años solían hacer fortunas trabajando, tomando el siguiente texto de Arlt y el concepto global del editorialista norteamericano, concluyo que, efectivamente, las burlas hacia los gallegos enmascaran una gran enfermedad psicológica argentina.
"Nuestro desapego por el trabajo físico es tan evidente que de él ha nacido la desestima que cierto sector de nuestro pueblo experimenta hacia la actividad del gallego. Convertimos en síntoma de superioridad la falta de capacidad. Razonamos equivocadamente así: "Si el gallego trabaja tan brutalmente, y no le imitamos, es porque nosotros somos superiores a él". En este disparate, índice de nuestra supuesta superioridad, nos apoyamos para hacerle fama al gallego de bruto y estólido, sin darnos cuenta que esa superioridad es, precisamente, síntoma de debilidad." ................"Nosotros no valoramos al gallego por una subconsciente razón de envidia. En las tierras donde nosotros continuamos siendo pobres, él se enriquece".                                                                                               Roberto Arlt: Diario El Mundo (Argentina) 2 de octubre de 1935.

Editorial del Washington Post antes de la pandemia (enero 2020)

 "La Argentina tiene el problema más serio del mundo. Ningún país podría encontrarse en su camino con una dificultad mayor. Demás naciones pueden tener inconvenientes de distinta índole, pero ninguna padece el nivel dilema que tienen los argentinos: el país se angustia por lo que prefiere. No hay drama mayor para una nación. Vivir en permanente frustración por lo que no son otra cosa que las consecuencias de sus preferencias constituyen una encerrona de la cual es muy difícil salir. La Argentina no tiene un problema económico o social o político. Tiene un problema médico; un problema de orden psicológico profundo que le impide resolver lo que no son otra cosa que los efectos de esa causa madre. Que un país viva en conflicto por lo que son las consecuencias de sus preferencias libres, constituye una dificultad de tal magnitud que, sinceramente, no sé si la cuestión tiene solución. Pues bien, ¿y cuál es esa maldita preferencia?, ¿qué es lo que los argentinos secretamente prefieren y contra lo que luego se enojan cuando efectivamente esa preferencia se materializa? Esa preferencia no es otra que la pobreza: los argentinos prefieren la pobreza. Por supuesto no van a admitirlo a viva voz. De hecho, viven enojados contra la pobreza. O al menos eso dicen. Porque lo que en realidad les ocurre en materia de “enojos” es algo bien distinto. Si uno analiza las corrientes que imperan consciente o inconscientemente en el espíritu argentino verá que lo que mayoritariamente sobresale, lo que culturalmente predomina, es una oposición a la riqueza. En efecto, el argentino está en guerra contra la riqueza. La corriente mayoritaria que emerge desde las entrañas más profundas de la cultura nacional consiste en una resistencia impenetrable contra la riqueza, contra la idea de ser rico. El Papa Francisco es quien mejor ha expresado la esencia de esa corriente con su frase “la riqueza es el estiércol del diablo”. Quizás no haya un resumen más perfecto de la morfología social que distingue a los argentinos que esas palabras de Bergoglio. La riqueza es un pecado. Sin embargo, en un retorcimiento que complica aún más el problema, es un determinado tipo de riqueza y un determinado tipo de rico el que el argentino desdeña y por el que siente un profundo asco. La riqueza que los argentinos repugnan es la que se produce como fruto del éxito lícito. Paralelamente entonces al tipo de “rico” que el argentino odia es al que obtuvo su riqueza por la vía del triunfo en la vida laboral legal. Contrariamente, no se observan condenas firmes contra los que, incluso obscenamente, pavonean la riqueza que hicieron como consecuencia de actividades ilícitas, provengan ellas de la corrupción pública (funcionarios ladrones, sindicalistas mafiosos) o de actividades delictivas “privadas” como los narcotraficantes o los delincuentes comunes. El prototipo del argentino que es resistido socialmente (“resistido” viene de “resentimiento”) es aquel que tuvo éxito material en la vida por la vía del trabajo lícito. Es ése el que defeca el “estiércol” del diablo”. Por lo tanto, a ese personaje hay que bajarlo de donde está y, por supuesto, no es un modelo a imitar o a emular sino un arquetipo al que envidiar, maldecir y destruir. Obviamente la persecución y eventual destrucción de los que generan riqueza hace que no se genere riqueza (es una perogrullada, pero en la Argentina parecería necesario aclararlo) y al no generarse riqueza, se obtiene pobreza. Parecería que, siguiendo un silogismo normal, los argentinos deberían estar felices porque finalmente consiguieron lo que buscaban: derrotar la riqueza, destruir al rico y materializar la pobreza (que, siguiendo, a su vez, el razonamiento del Papa debería ser el estado de gracia más cristalino del ser humano por ser el opuesto al “estiércol del diablo”). Pero no. Cuando llegan a lo que debería ser su éxtasis, estallan en queja y buscan a más ricos a quienes ir a robarles lo que les queda por la vía de entronizar gobiernos que expolian con impuestos confiscatorios la riqueza lícita generada por otros. Parecería que lo que los argentinos buscan, finalmente, es una pobreza tolerable igualmente distribuida. Es decir, una pobreza “hasta ahí”, igual para todos. (Excepto para aquellos “ricos” a los cuales los argentinos no resisten –es decir, no tienen “resentimiento” contra ellos- como los funcionarios corruptos -que dicen que vienen a sacarle a unos lo que ganaron “injustamente” a costa de otros- los sindicalistas mafiosos, los que “encontraron un curro o un yeite” -el típico “vivo” argentino que “le encontró la vuelta”- u otros personajes del submundo ilegal respecto de los cuales el argentino no muestra un nivel de ofensa ostensible) Como se ve, la profundidad de la enfermedad sociológica del país es de tal dimensión que las dudas sobre su verdadera solución son muy grandes. El nivel de deterioro mental masivo que sufre el país implica un retorcimiento tal de los valores constructivos de la vida pacífica y progresista que uno duda seriamente de que tal extravío tenga vuelta atrás. El enamoramiento del pobrismo ha llevado a la Argentina a ser una sociedad completamente conflictuada, encerrada en una encrucijada de la que le será muy difícil salir. Vivir en queja por las consecuencias que trae lo que se venera representa un problema de una complejidad tal que las soluciones no vendrán de la aplicación de tal o cual programa económico sino de un proceso de introspección que lleve a cada argentino a darse cuenta del nivel de contradicción en el que vive. Mientras ese complejo severo no sea removido del alma argentina, el país no tendrá solución. Nadie vivirá mejor, venerando vivir peor. Y si se considera que vivir monacalmente es mejor que vivir en la abundancia, los argentinos deberían renunciar a la abundancia y acostumbrarse a los límites materiales de la vida monacal. Ahora, recurrir al delito, a la corrupción, al robo o al narcotráfico para producir ilegalmente lo que se niegan a generar bajo el imperio de la ley no hará que el país sea rico. Lo que probablemente surja (o mejor dicho, se consolide) es una nueva nobleza compuesta por mafiosos, funcionarios corruptos, narcos amparados por el poder y revolucionarios de pacotilla que vivirán como reyes. Pero los argentinos honrados se hundirán en la pobreza. En esa misma pobreza que el Papa argentino tanto les enseñó a reverenciar."  Fuente: www.WashingtonPost.com