El
reciente 8 de abril, el presidente Rajoy clausuraba en Sevilla la convención
anual del Partido Popular, al día siguiente llegaba a Buenos Aires para
encontrarse con el presidente Macri, con la colectividad española y con
legisladores argentinos.
Sin
pretender establecer ningún tipo de parecido salvo el de la exclusión, reseño
que, a la convención en Sevilla no fue invitado nada menos que José María
Aznar; al encuentro con la colectividad en la ciudad de Buenos Aires, no fui
invitado yo, por ninguna de las cuatro posibles vías convocantes, es decir: Embajada
de España, Club Español, Federación de Sociedades Españolas o C.R.E., ni
tampoco tuve éxito a través de alguna gestión privada.
Sin
el señor Aznar en el recinto, don Mariano Rajoy se aseguraba que, su paso por la
convención gozaría de la mayor placidez.
Que estuviese o no yo, en el encuentro
con la colectividad en Buenos Aires, no cambiaba absolutamente nada de lo que
ocurrió. Ante todo, no se me habría permitido acercarme a don Mariano y, por la
educación familiar recibida, jamás provocaría un desmán público, como podría
ser vociferar un reclamo, por lo que considero absolutamente injustificado el
temor de quienes, prohijaron la, para mí, absurda prohibición.
Digo
en el titular que, Rajoy pasó por Buenos Aires tan plácido como por Sevilla, y
reitero que nada tuvo que ver en ello mi ausencia. La placidez se palpó en el
distendido almuerzo público con el presidente Macri, donde el principal tema
expuesto por el mandatario argentino fue el partido de fútbol jugado hace pocos
días por las selecciones de ambos países que finalizara con el lapidario
resultado de 6 a 1 favorable a ”la roja”. En el encuentro privado seguramente
se plantearon temas económicos no urticantes y, el agendado asunto del Centro
Gallego de Buenos Aires, finalmente no apareció en el temario. El encuentro y
posterior almuerzo con parlamentarios argentinos también circuló por placenteros
carriles.
Me queda por analizar la reunión a la que
considero debí concurrir, como periodista y, principalmente, como ciudadano
español ampliamente vinculado a la colectividad desde hace muchos años, con múltiples
presencias en este tipo de encuentros, a saber: con los Reyes, con el Príncipe
en la propia Embajada, con los presidentes; José María Aznar, José Luis
Rodríguez Zapatero, Fernando González Laxe, Manuel Fraga Iribarne, Emilio Pérez
Touriño, Manuel María Chaves González, Esperanza Aguirre y Alberto Núñez Feijóo.
El
encuentro que, considero, debió realizarse en un recinto mucho más amplio que
el salón Imperial del Club Español, contó con la presencia del jefe de gobierno
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. La presencia
del regidor porteño ameritaba, sin duda, el traslado del reclamo, hacia él y el
mandatario hispano, que las autoridades del Deportivo Español vienen realizando
públicamente por todos los medios a su alcance, incluyéndonos, consistente en la anulación del posible desalojo de espacios
que utiliza la institución para destinarlos a la expansión de los que ocupa la
policía metropolitana. Recordemos que el uso de esos espacios, -pertenecientes
en su origen al propio Deportivo Español- está avalado por un comodato entre la
entidad y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que, sin embargo, dicen las
fuentes de la institución, tendría un vacío legal del que se vale el Gobierno
de la Ciudad para no renovar el vínculo que establecía un préstamo por diez
años (se cumplieron) y una extensión de 10 más, que ahora rechaza la Ciudad
amparándose en la “letra chica” del convenio-comodato, suscripto hace más de
diez años. Nadie pidió por el Deportivo Español y las centenas de chicos que
pueden ver truncadas sus prácticas deportivas, nadie pidió por los que fueran
socios del Hospital Español, nadie pidió por los que aún somos socios del
Centro Gallego, nadie pidió por el patrimonio cultural y edilicio del Centro
Gallego, nadie honró las firmas depositadas, por más de cuatro mil personas, en
el petitorio a la organización Change. En definitiva, nadie quiso incomodar la
placidez imperante en la excursión porteña del presidente Rajoy, que se marchó
de Buenos Aires convencido de que, como dijera un gran Presidente argentino
–aunque no fuese cierto- , “la casa está en orden”.
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